Entonces, al no tener una respuesta, comencé a adentrarme en la profundidad de tu mirada, intente descifrar en tus pupilas marrones, ese sin fin de pensamientos que paralizaban tu lengua antes de ser pronunciados.
Trate, hasta agotarme, de profanar tu mente, de buscar el cauce
a cada palabra que pronuncio tu boca.
Robaste mi atención; jamás olvidare esa mirada desbordada,
que se asemeja a la fuerza con la que el mar irrumpe tras subir la marea en
cualquier lugar, creo que al comenzar a escucharte, una parte de ti se quedó
conmigo y me turbo.
Por: Maria I. Conde P.

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